
Historias de las plazas de mercado de Ibagué
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Recuerdo que solía acompañar a mis padres los sábados en la mañana a comprar todo lo necesario para la semana en la Plaza de la 21, situada en la carrera cuarta con calle 21 de la ciudad de Ibagué. Salíamos a las siete y recorríamos cada uno de los locales, aunque para ciertos alimentos mis padres sabían a dónde ir pues los conseguían más económicos. La plaza tenía un ambiente tranquilo, los puestos de ventas eran organizados y a pesar de ser un centro de acopio, no era mucho el desorden que allí se generaba. Dejé de recorrer este lugar hace unos cuatro o cinco años, pues madrugar los fines de semana era intolerable.
Hoy volví por motivos académicos a este lugar sucio, desordenado, rodeado de olores nauseabundos, personas sumergidas en la drogadicción, delincuencia común y muchas otras situaciones que en el pasado eran menos frecuentes. Confieso que siento miedo al encontrarme aquí en donde el hecho de usar algún accesorio o lucir prendas en buen estado, despierta ese sentido que poseen algunos personajes para detectar a quien no hace parte de este lugar y así pretender adueñarse de lo que no es suyo.
Me produce cierta apatía escuchar esas frases poco decentes que vienen de hombres sentados consumiendo alcohol, sin importar que sean las cuatro de la tarde del día lunes: “Chao cosita rica”, “Uy mi amor, como tiene eso de apretadito”, “Uff, bizcochito delicioso”…Entre muchas más que tengo que escuchar mientras camino rápido y miro al frente procurando no tropezarme con estos tipos morbosos que me desnudan con su mirada.
“A la orden mi amor, le tengo el mejor hueso de marrano”, “Siga monita, ¿qué está buscando?”, “Entre mi amor que aquí encuentra la carne más rica”, dicen los vendedores de las famas y demás locales ubicados en esta plaza. Hoy vengo en busca de “Doña Conchita”, una señora muy conocida en este sitio pues lleva bastantes años trabajando aquí. Mientras hallo el puesto en el que labora, sigo caminando por estas calles llenas de desperdicios que son como un banquete exquisito para los gallinazos, los perros callejeros, las cucarachas y las ratas.
Llego al sitio asignado para la venta de achiras, envueltos, insulsos, rosquillas, y demás productos típicos de la gastronomía tolimense, elaborados con harinas y otros ingredientes.
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Buenas, ¿usted sería tan amable de decirme quién es “Doña Conchita”? Pregunto a una mujer de unos 50 años que atiende uno de estos locales.
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Buenas tardes señorita, claro “Doña Conchita” es esa señora que está allá en el último puesto, la canosita que usa gafas.
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Muchas gracias vecina, muy amable.
De inmediato me dirijo al puesto que la señora me señaló y encuentro a esta mujer tan carismática, alegre y amable que al verme me ofrece cada uno de sus productos.
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Buenas “Doña Conchita”, ¿cómo está?
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Buenas tardes mi niña, bien gracias a Dios, ¿qué se le ofrece?
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Gracias mi señora, yo vengo aquí para conocerla un poco si usted me lo permite.
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Claro mi amor, como no. Dice con una sonrisa y un gesto de timidez.
Su local está muy limpio y los productos para la venta están organizados de acuerdo a sus características específicas: al lado izquierdo están las achiras, las rosquillas y los tostaos, y al derecho están los envueltos de maíz, los insulsos para la lechona, las almojábanas y los bizcochos; todos éstos traídos del municipio de Purificación, al sur del Tolima.
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Bueno mamita, si nos vamos a poner a hablar que sea con un tinto bien bueno. ¿Quiere un cafecito?
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Claro “Doña Conchita”, como decirle que no.
Le pide dos cafés a una mujer que pasa por nuestro lado, se sienta y se dispone a conversar conmigo. Su nombre es María Confección Calderón, oriunda de Rovira (Tolima). Llegó a Ibagué cuando era muy pequeña pues su padre consiguió un trabajo como carpintero en la ciudad y luego como vendedor de la Plaza de la 21, labores que le permitieron mantener a su familia conformada por dos mujeres y un hombre. Su hermana menor se llama Flor y vive en la ciudad de Bogotá desde hace mucho tiempo y su hermano mayor Ignacio, falleció hace unos seis años, según cuenta esta señora.
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Y ¿cuántos añitos tiene “Doña Conchita”?. Pregunto
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Mamita ya volteé a la esquina, tengo 71. Dice mientras se ríe a carcajadas.
Es una señora muy graciosa. Todo lo dice en medio de sonrisas y hace comentarios sarcásticos que hacen más agradable nuestra conversación. Me cuenta que lleva más de 50 años trabajando en la venta de alimentos, pero que primero desarrolló su labor en el segundo piso de la plaza, y hace aproximadamente 10 años se encuentra aquí, no recuerda la fecha exacta del traslado y tampoco sabe en qué año nació. “Soy algo olvidadiza, los años no vienen solitos”, señala. Me cuenta que inició sus labores en la plaza cuando su padre le entregó el primer negocio, pues antes de esto se dedicaba a vender tamales de puerta en puerta.
Mientras atiende a algunos de sus clientes que vienen en busca de almojábanas y achiras, observo que es una mujer entregada a su trabajo, aunque afirma estar cansada del mismo y desea retirarse para poder estar en casa junto a su familia. Tiene dos hijos cuyas edades tampoco recuerda con exactitud pero oscilan entre los 47 y 49 años y a quienes sacó adelante con el dinero que obtenía gracias a su puesto de ventas. “Esto me permitió luchar por mis dos varoncitos aunque al principio sufrí mucho con ellos. Me tocaba traerlos de brazos a la plaza y trabajar mientras los cuidaba aquí, pero gracias a Dios hoy en día ambos son pensionados y tienen sus familias. José es uno de ellos y trabajó para el Estado desarrollando diferentes funciones y Álvaro es el otro quien se dedicó a laborar en una droguería y hoy en día son “un par de señores muy responsables con todas sus cosas”, afirma “Doña Conchita”. Recuerda que siendo muy pequeños, los llevaba a la Plaza y les armaba un “cambuche” en el que pudieran dormir mientras ella vendía sus productos.
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¿Cuántos nietos tiene “Doña Conchita”?
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Yo tengo cuatro hermosos nietos varones, Dios me dio sólo hombrecitos y a todos los quiero mucho.
He notado que es una mujer muy devota a Dios a quien agradece cada día por su salud y por el bienestar de todos sus seres queridos. Al preguntarle qué hace en sus momentos libres, me cuenta que se dedica a dormir, cuidar a sus nietos y a su lora. También le agrada viajar aunque no lo haga de manera constante pues su trabajo no se lo permite. “Vivo con toda mi familia y quiero morir junto a ella pues son lo único que tengo y creo que eso es lo que me mantiene viva, si estuviera sola tal vez no estaría contando el cuento”, dice.
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“Doña Conchita”, ahora yo quisiera saber un poco acerca de la situación de la plaza a partir de su punto de vista. ¿Qué opina usted de las condiciones en las que se encuentra este lugar?
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No mi niña, esto es un caos completo. No hay administración y el alcalde le ha dado muy mal manejo a esto, no se ve que haga nada por la plaza.
María Confección señala que actualmente pagar impuestos no es algo favorable para los vendedores ubicados en locales, pues según ella la gente prefiere comprar en el reguero a pesar de las condiciones de desaseo que allí se presentan, aunque en su caso y el de otras cinco señoras más, las ventas no disminuyen por este factor, pues las achiras, envueltos, almojábanas, entre otros, se encuentran sólo en los puestos organizados cada uno con un número respectivo, el de “Doña Conchita” es el 156.
Continuamos con nuestro diálogo y a su espalda se encuentra un grupo de seis personas (cinco hombres y una mujer), consumiendo cervezas y fumando cigarrillos. “Doña Conchita” señala disimuladamente que la joven que está allí es expendedora de droga y que se refugia en el hecho de ser mujer para que los policías no puedan hacerle nada, aunque en la mayoría de las ocasiones, según la señora, la autoridad que allí se encuentra no sirve para mayor cosa.
De igual manera, me dice que los otros jóvenes son ladrones y se hacen ahí observando a quién pueden robar. Esto me causa aún más miedo pues lo único que pienso es que al finalizar mi entrevista, puedan perseguirme y quitarme mis aretes, pulseras, el celular, o el dinero que aunque no sea mucho, ellos saben aprovechar. Por un momento estoy más pendiente de que no me vean y no de la conversación que tengo con María Confección. Saco un poco de valentía y sigo pendiente de lo que mi entrevistada cuenta.
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Mamita esta plaza es un “chiquero”. Mire las calles tan sucias, todo huele a feo. Donde hacen la lechona duermen los indigentes y así le venden la comida a la gente.
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“Doña Conchita” ¿y usted no ha tenido problemas con los demás vendedores o algo por el estilo?
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No mi amor yo procuro llevar buen relación con todos, eso sí, una relación laboral, juntos pero no revueltos.
Al preguntarle por la situación de la Plaza de la 21 frente a disturbios o peleas que allí se presentan, me cuenta que hace unos 15 días hubo un incidente entre vendedores informales y autoridades en el que se hizo necesario el uso de gases lacrimógenos para calmar la situación. “Y es que hasta la moto de un policía se llevaron estas personas que son más desorganizadas; más adelante cogieron al que se la llevó y ahí se ganó su castigo”. Asimismo, quise saber si en alguna ocasión había presenciado asesinatos o este tipo de actos y afirmó no haber sido testigo de casos como éstos, pero que si de muchos robos y peleas entre gente en estado de embriaguez y alucinación.
Así como las dos acabamos con nuestro tinto, procuro ir terminando la entrevista pues se hace un poco tarde y no quisiera salir de aquí cuando esté oscureciendo. Le pregunto acerca de la situación de las ventas y afirma que hace algunos años eran mejores para ellos pues hoy en día los grandes mercados y los almacenes de cadena han disminuido la clientela que llegaba a la plaza, sin embargo, “Doña Conchita” subsiste gracias a su local aunque desee retirarse pronto de éste y de todo lo que tenga que ver con las problemáticas que se presentan en este centro de acopio.”Es duro este trabajo que no me deja descansar el tiempo que pienso que debería hacerlo, aunque en temporada un sobrino viene y me ayuda y por eso me rinde; si estuviera sola yo creo que no aguantaría esos trajines”, señala.
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Mamita usted todos los días ve niñas más pequeñas que usted prostituyéndose y tomando en las cantinas con esos viejos. Igual pasa con los viciosos, vienen y en medio de su traba me roban, me sacan achiras o biscochos y pues yo qué puedo hacer.
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¿La han robado mucho “Doña Conchita”?
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Mija eso es lo único que se ve. Un día llegué y me habían robado todo el surtido, rompieron el candado y se llevaron hasta el último biscocho. Eso es tenaz aquí. Otras veces llegan los indigentes y me sacan los productos y yo que me voy a poner a correr detrás de ellos, por eso toca estar pendiente de quién se me acerca.
Agradezco a “Doña Conchita” por el tiempo que compartió conmigo y ella en medio de su gracia me dice:
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Bueno mami que me le vaya bien. ¿Voy a salir en televisión?
Es inevitable sonreír con una persona tan alegre y graciosa como doña María Confección.
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(Risas) Algo así “Doña Conchita”, voy a darla a conocer con muchas personas más. Cuídese y que Dios la bendiga. Hasta luego.
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Amén, mi amor Dios la guarde. Yo voy a terminar de empacar porque me voy para mi casita.
Así, cojo mi agenda y tomo el mismo camino que recorrí en busca de mi personaje, pero ahora lo único que busco es el parqueadero en donde estacioné mi auto para poder salir de este lugar. Vuelven todas esas frases indecentes y las miradas intimidantes de los hombres borrachos que tengo que cruzarme. Por fin logro entrar al estacionamiento, cancelo los 4 mil pesos correspondientes y me subo agradeciendo a Dios estar sana y salva después de las dos horas que para mí, fueron las más miedosas y peligrosas pero que permitieron conocer a personas como “Doña Conchita”, que cambian toda esta concepción de que en la plaza sólo hay gente mala y sin cultura.

"Ya volteé la esquina"



